Dios se describe a sí mismo como si nada es imposible. Él nos creó para ser a su imagen, dándonos el mismo atributo cuando creemos. Está en nuestro ADN perseguir lo imposible y ver nuestros “imposibles” inclinarse ante Jesús. Una gran parte de nuestra vida es ser valientes en Su amor.

Dios es bueno, por eso estamos obligados a soñar en forma grande. Nuestra fe nos lleva a seguir haciendo buenas obras y siguiendo los pasos de Jesús, quien hizo lo que el Padre le pidió que hiciera.

Le debemos a cada persona respeto y honor porque todos están hechos a imagen de Dios. No descubrimos que cada uno de nosotros somos significantes, sin primero entender nuestra propia insignificancia. Dios da gracia y dones a cada persona para amar y traer el cielo a la tierra.

Todo lo que necesitaríamos fue comprado en la cruz y puesto a nuestra disposición. La vida cristiana es de aprender cómo acceder a todo lo que Él compró para nosotros. Creemos que Él da una respuesta a todos nuestros problemas aún antes de que surgieran, por lo cual debemos confiar cuando las cosas se ven “confusas” o “malas.”

Creemos que Dios es tres en uno: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Padre envió al Hijo, Jesucristo, para que todos los que en él creyeran no perecieran, sino que tuvieran la promesa de la vida eterna. El Hijo, por obediencia, dio su vida en la cruz, redimiéndonos de nuestros pecados y venciendo la muerte. Y el Espíritu Santo nos fue dado como consolador y consejero.